Microcríticas literarias en Twitter (I)



Desde hace casi un mes he empezado a publicar en mi cuenta de Twitter lo que, por resumir, he llamado "microcríticas literarias", y que iré recopilando cada cierto tiempo en esta página. El objetivo no es otro que el de orientar al lector de un modo directo y según un criterio que será mejor o peor, pero que para muchos, y tras mis colaboraciones como crítico literario y periodista cultural en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, las revistas Qué Leer, Tiempo y BCN Mes y varios medios digitales, ya se ha ido ganando en los últimos años un mínimo de credibilidad. Los motivos principales para dar salida a esta suerte de "microrreseñas" (nombre quizá más propio, pero algo más feo) son, entre otros, el poco espacio del que dispongo para la crítica profesional en los medios (donde propongo a veces reseñar títulos o tratar temas, por lo visto, "demasiado minoritarios" y que no pasan el corte) y la simple y llana falta de tiempo para leer y reseñar todos los libros que me llegan de los departamentos de prensa de las editoriales o que me envían sus propios autores. Y además, por varias razones, desde las más inmediatas (hay que ganarse la vida) a las más complejas (después de que mis peores experiencias laborales y personales en el ejercicio de la crítica literaria y el periodismo cultural fueran, precisamente, con medios que por norma no remuneran a sus colaboradores), ya no me compensa dedicarme a esto por amor al arte, cosa que sin embargo sigo haciendo en casos puntuales, como por ejemplo en la revista BCN Mes, ya que en mi columna mensual dispongo de libertad absoluta para elegir los contenidos y consigo hacerle llegar mis recomendaciones a buen número de lectores, al menos en la ciudad de Barcelona.

Puede que todo esto no suene demasiado romántico, pero así están las cosas, con revistas amenazadas por el cierre o que, por imperativos de dirección, prestan cada vez menos atención a las letras en sus secciones de cultura. Como digo, seguir empleando horas de escritura (cuando la propia obra y otros menesteres las reclaman desesperadamente) de forma altruista es cada vez una opción menos atractiva para mí. Y entiendo que también para otros: de mi etapa al frente de la revista 330 ml, en la que la concisión (junto con la pluralidad) también era bandera, guardo buenos recuerdos por los aciertos de muchos y he sacado partido de no pocas lecciones tras los errores propios y ajenos, pero aunque no fuera el único, el motivo fundamental de su cierre fue, precisamente, que tras sus seis meses de vida no conseguí encontrar financiación para remunerar a los colaboradores, una condición sine qua non para cualquier proyecto que emprenda en el futuro y que la coherencia personal impone.

Por otro lado, es imposible abstraerse de las posibilidades de las redes sociales y del uso que de ellas hacen escritores, editores, lectores, críticos y otros agentes culturales (empezando por los libreros, un colectivo especialmente activo que con Twitter, Blogger, Facebook y demás ha tomado un protagonismo muy interesante y necesario en los últimos años), por lo que sintetizar en la cápsula de un tweet lo que le ha suscitado a un crítico la lectura de un libro, además de una tarea mucho más ardua de lo que parece a primera vista, puede ser sobre todo útil para el lector más o menos apresurado y, demasiadas veces, saturado de información.

Esto no es tan diferente a los comentarios que a menudo pueden hacerse dos escritores (dos lectores) acodados en la barra de un bar, cuando se preguntan por sus últimas lecturas y suelen ser bastante más francos y directos que en público (de hecho, con algunos libros el divorcio entre lo que se comenta en privado y lo que se dice o se calla en los medios es casi total). Sí lo es en la presentación de esa síntesis, pero mis "Microcríticas literarias en Twitter" básicamente recogen ese mismo espíritu lapidario y sincero que algunas veces la crítica literaria olvida. El formato será siempre bien sencillo: título del libro, autor, editorial (con su cuenta en Twitter, si la tiene), valoración y enlace a la ficha del libro en el sitio web de la editorial. En cuanto a mi valoración, la fórmula se me antoja casi la única posible en un espacio tan reducido como un tweet, con un escueto titular precedido por una nota entre cinco categorías (resumiendo a destajo): mal libro (★☆☆☆☆), libro fallido con detalles interesantes (★★☆☆☆), buen libro (★★★☆☆), libro excelente (★★★★☆) y obra maestra (★★★★★). He elegido las estrellas no por capricho, sino por su familiaridad para el navegante digital, ya que es un formato bastante usual en la red, desde las páginas más generales a las especializadas, como por ejemplo Goodreads. Pocas veces, pues, emplearé las cinco estrellas (por mucho que digan algunas fajas y solapas de libros, no, no abundan las obras maestras) y casi nunca sólo una, por permanecer fiel a mi filosofía de prestar más atención a las buenas lecturas que a perder y hacer perder el tiempo con las otras. De momento la acogida de la iniciativa está siendo bastante buena y, por supuesto, acepta imitadores.